Ha
sido una gran experiencia participar en Se Alquila/Mercado, la
tercera edición organizada por
Lacosacultural y ENTREsijos, en la que
al igual que en las otras dos muestras anteriores, han puesto todo su
esfuerzo, ganas y simpatía (son más majos/as que las antiguas
pesetas) por convertir un espacio en desuso en un gran escaparate que
muestra todo tipo de creatividad.
En esta ocasión Se Alquila se ha trasladado al Mercado de la Cebada, en pleno centro de Madrid. Este gran mercado de abastos no ha dado abasto durante tres días, en los que más de 150 creadores e intérpretes hemos debatido junto a los espectadores, comerciantes y clientes de toda la vida sobre el tema propuesto para reflexionar, no podía ser otro que el Mercado (en toda su polisemia).
En esta ocasión Se Alquila se ha trasladado al Mercado de la Cebada, en pleno centro de Madrid. Este gran mercado de abastos no ha dado abasto durante tres días, en los que más de 150 creadores e intérpretes hemos debatido junto a los espectadores, comerciantes y clientes de toda la vida sobre el tema propuesto para reflexionar, no podía ser otro que el Mercado (en toda su polisemia).
Se Alquila escapa del frío mercado del
arte. Aunque en esta galería la temperatura no pasaba de los 10ºC,
se sentía mucho calor. Una incandescente mecha encendida con
esfuerzo nos llenó de emoción por compartir. También
provocó algún que otro quemazón con acaloradas opiniones, como las
que generó el gerente del mercado al censurar tres de las obras
expuestas.
Mi propuesta fue convertir el puesto
nº48, la antigua Pollería Marisa, en una Pajarería de Pajarracos.
El puesto llevaba unos 15 años sin abrirse. Subir el cierre
desempolvó recuerdos de muchos de los tenderos y feligreses, pero
luego fue su interior el que tuve que desempolvar, pues más que una
pollería parecía una fabrica de pelusas.
Sacando de nuevo algunos de los
pajarracos que me rondan la cabeza, esta vez los he mostrado
expuestos, unos en jaulas y otros a su aire. Aunque no solo había
seres con pluma en esta pajarería, también lleve algún ser peludo
(sin un pelo de tonto), unos cuantos bichejos, lagartejos, ránidos,
crujientes y también seres en remojo, bien embotellados para que no
se secaran.
Para un ermitaño como yo, que en mi
espacio de trabajo me siento como en casa y soy tan hogareño que a
veces ni me quito el pijama para ponerme manos a la obra, ha sido
realmente estimulante el tener un escaparate físico para mostrar mi
obra.
Ha sido una experiencia tan fructífera
como el género que se exhibía en la frutería que tenía justo en
frente, el tener un trato directo con la clientela y que ésta no
estuviera compuesta por el círculo en el que estoy acostumbrado a
rodearme. Por allí, a parte de gente interesada en la ilustración,
pasaban todo tipo de perfiles y de frentes, desde la señora Manoli
que venía a comprar una lechuga, hasta el primo del escultor que
tenía su obra al final del pasillo.
Fotografías cedidas por Miguel Ángel Rodríguez |
1 comentario:
¡Qué cosa más chula! Me encanta la idea general y lo que hiciste con el puesto, ¡fantástico!
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